miércoles, 4 de febrero de 2009

Imágenes paganas: Erika Vollers




No se autodefine como fotógrafa, ni escenógrafa, ni artista plástica. Sus búsquedas estéticas van más allá de los rótulos. Lo cotidiano es su fuente.

Entrar a la casa de Erika Vollers es entrar a un espacio del que no se quiere salir. Colores vivos, piso encerado para andar en patas, músicas agradables, el patio con la mesa debajo del cedro. Ela su perra casi dálmata, que viene a recibirme. Su pareja trabajando en una escultura. Su hijo Simón que llega de jugar. La belleza de lo cotidiano.
Comenzamos a charlar tomando mate en el patio con el sol de la tarde, culminamos la conversación en el porche, con las estrellas y una copa de martini. Así vale la pena visitar a amigas para publicarlas en esta página.
Este es su mundo en Sierra de la Ventana, acerca de él expresa “es bello tener un lugar resguardado, darse cuenta que una generó un espacio, en el que desde la lavanda de atrás, Ela, todo…pueda provocar en la gente que uno quiere la posibilidad de venir a relajarse acá”.
Nació en Bahía Blanca el 4 de octubre de 1974, fue alumna de la Escuela Normal, de la que tiene buenos recuerdos, debido a la variedad de talleres propuestos (desde corte y confección a historia) “encarados a partir de la pasión y lo lúdico”, según menciona. Luego asistió a la Facultad de Bellas Artes de la UNLP, en la que cursó la Licenciatura de Artes plásticas con orientación en escenografía.
En La Plata comenzó su primer taller de fotografía estenopeica por el 94´ en la Escuela de Yuyo Pereyra. Con el maestro Pereyra, se adentró en la magia del cuarto oscuro y en el querer a la fotografía no sólo desde la imagen. La técnica estenopeica (el principio físico de la óptica), le brindó el disfrute de tirar el papel en la batea y de ver cómo iban apareciendo las formas. También una salida de bajo costo para poder experimentar.
Posteriormente participó en talleres del Fotoclub, y en clínicas con Alberto Golstein y Augusto Zanella.
Por ese entonces admite que utilizaba a la fotografía como testimonio de trabajo, más que como forma de expresión, por ejemplo para registrar maquetas de su carrera. Con la fotografía podía hacer cosas inmediatas, que otros soportes no le brindaban, como la cerámica, y esta condición para su ansiedad era más que valedera para explorar en la imagen.
En el 2000 vuelve a Bahía Blanca, comienza taller con Horacio Culaciati. Ahí reflexiona acerca de su imagen y la ve como desordenada, sin eje, sin clasificación, se da cuenta que le gustaba mirar, pero que no estaba ahondando en su registro fotográfico. Con Culaciati logra encontrar un orden. Y lo reconoce como su curador y comienza a dar clases con él en las escuelas dependientes de la UNS.
También en ese período, asiste a clínica de fotografía con Juan Luis Sabattini, la primera persona que le puso palabras a sus imágenes. Sabattini escribió la presentación para el catálogo de una muestra en la que participó junto con Culaciati y Zanela en diciembre del 2005 en el MAC.
“No soy fotógrafa, tomo a la fotografía como un juego, por eso no uso foco, no me importa la luz, me interesa más la preeminencia de algunos puntos y no esta cosa que todo tiene que estar en foco y espléndido…Mi imagen es poco nítida, recortada, es bastante pictórica.” “Tampoco soy artista, estoy buscando…” Expresa.
Después aparecen en su vida el cine y la publicidad, con ellos la posibilidad de “trabajar la imagen desde otro lado, no la estás componiendo, vos no encuadras, no iluminas, sólo ponés las cosas que aparecen en la imagen. Para mí sigue siendo un juego, desde el uso del color”. De estos medios rescata el trabajo grupal.
En el 2003 viene a vivir a Sierra de la Ventana, para salir de la formalidad y la rutina de la ciudad y buscar la supervivencia lejos de esta. “Venirme a vivir acá fue un acto lúcido, disfrutar del crecimiento de Simón, descubrir el asombro de la gente del pueblo cuando le explico lo que hago, compartir con amigos una comida bajo el cedro…irme a trabajar a Bs. As. por temporadas y saber qué tengo este lugar para regresar…”.
Con sus imágenes Erika busca: “la provocación, que saquen la ficha, desnudar la carga en la mirada del otro y así desnudar prejuicios…”, también “descontracturar a través de juego”. Asevera que necesita tener conexión con algo o con alguien para sacar fotos, la cámara le sirve de lazo, “la cámara es como un resguardo, una ventanita en la que uno elige qué mirar y en esa elección está mirar lo conocido”.
“No me defino porque no busco la foto magnífica, sino generar un momento mágico, y que de ahí surja algo”.
Bien que lo logra.


Publicado en Nexo, el domingo 1/2/09.

2 comentarios:

Gustavo Tisocco dijo...

hERMOSAS FOTOS, HERMOSO CAPTAR ASÍ EL INSTANTE.
sALUDOS gUS.

Natalia Molina dijo...

Gus, gracias!!!! por la entrevista, por tu poesía, por tu generosidad al difundir este blog.

Realmente hermosas las fotos de Erika, sí, su forma de mirar es hermosa.

abrazo!